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Aquella tarde me encontré la casa vacía; un oasis de tranquilidad que tenía que aprovechar.
Me despojé de mis ropas y caminé desnuda hacia la ducha.
Mientras me enjabonaba recordaba las manos de mi Señor recorriendo mi cuerpo y una ola de excitación me recorrió de la cabeza a los pies.
En ese momento se me ocurrió una idea interesante y dejé escapar una sonrisa maliciosa.
Después de lavarme el cabello me sequé y masajeé mi cuerpo con crema de Argán dejando un olor suave y delicioso por todo mi cuerpo que sabía que agradaría a mi Señor.
Caminé desnuda hacia la habitación y cuando llegué busqué entre mi ropa interior un minúsculo tanga negro de encaje y una blusa transparente de color rosa que dejaba muy poco a la imaginación.
Después de vestirme me miré en el espejo. La blusa apenas me llegaba por los muslos y mis pechos resaltaban bajo la transparencia.
Sonreí y busqué dos gomas rosas para hacerme dos coletas bajas que me daban un aspecto cándido e inocente.
Me sentía sexy y preciosa pero aún faltaba un pequeño toque de color en mis pómulos y mis labios.
- Ahora si– me dije mientras enfilé el pasillo hacia la mazmorra.
Recogí mi collar y mi correa y preparé un té de fresa en la cocina.
Me recosté en el sofá que presidía el salón a leer un rato mientras bebía mi té humeante y miré el reloj.
Eran las cinco, faltaba media hora para que llegara mi Señor y me puse contenta.
Sobre las 17:25 ya había terminado mi té y dejé el libro encima de la pequeña mesita de cristal que estaba delante del sofá.
Volví a la cocina y lavé mi taza y me apresuré a esperar a mi Amo arrodillada en la entrada justo frente a la puerta con el collar y la correa en mis manos y mi cabeza tocando el suelo.
Sabía que Él estaba a punto de llegar y me sentí contenta y excitada al mismo tiempo.
Después de cinco minutos mi Señor cruzó el umbral y se sorprendió al verme allí ante ÉL.
- ¡Qué sorpresa señorita! – dijo tocando mi mentón y levantando mi cabeza para ver su mirada – Levántese que quiero verla.
Me levanté lentamente y mi Señor me puso el collar y la correa. Me di una vuelta y pareció complacido al observar mi vestimenta.
- Está usted preciosa pequeña.
Sonreí y tiró de la correa con fuerza para besarme.
- He preparado té– dije
- El té puede esperar señorita– dijo mientras me apremiaba a que me arrodillara y me conducía a la mazmorra
Al encender las luces sonreí con mucha alegría.
La mazmorra era mi lugar favorito; un lugar en el que la lujuria y el desenfreno se adueñaban de ambos y el placer se hacía latente.
- Señorita, retire mis ropas– dijo levantándome del suelo.
- Sí, mi Señor
A medida que iba desnudando a mi Señor me excitaba más y sentía como me iba humedeciendo y se erizaban mis pezones.
Mi Señor me observaba sabiendo cómo me sentía y me atrajo hacia sí y me besó apretando mi cuerpo contra el suyo.
Dejé escapar un gemido y sus manos bajaron hasta mis nalgas oprimiéndolas con fuerza.
- Le sobra la ropa señorita, déjeme que la ayude.
Empezó a retirar mi blusa y a bajar mi tanga y cuando lo tuvo en sus manos notó la humedad y sonrió plantándome otro beso que me dejó sin respiración.
Tiró de la correa y me llevó a un diván que estaba al lado de la cama.
Me puso a cuatro patas y me ató de pies y manos con unas cuerdas para impedir que me moviera.
Mordió mi espalda hasta llegar a mis nalgas y me penetró con fuerza mientras me azotaba con la mano dejándome el trasero rojo.
Gimiendo disfrutaba como una perra por el placer que me brindaba su pene y el dolor que sentía tras cada azote.
Cerré mis ojos y me abandoné a todo lo que sentía por unos instantes hasta que sentí como mi Señor se corría y me apretaba las nalgas con fuerza mientras lo hacía.
Siguió azotándome unos minutos mientras masajeaba mi clítoris y daba pequeños golpes en mi vagina.
Me sentía en el séptimo cielo siendo usada por mi Señor y recibiendo el placer que me brindaba.
Me instó a que lamiera su sexo mientras apretaba y pellizcaba mis pezones y poco a poco pude sentir como aquello crecía en mi boca y estaba erecto de nuevo.
Me moría de ganas de que me empotrara, por eso yo lamía y succionaba ávidamente para provocarle el máximo placer.
Él tiraba de mis coletas con fuerza casi atragantándome y haciéndome sentir pletórica al escuchar sus gemidos de placer.
Cogió un vibrador del armario de la derecha y me hizo chuparlo antes de introducirlo en mi vagina.
Era un vibrador grande y gordo que podía dirigir desde el móvil.
Y así a cuatro patas y con el coño chorreando empujaba el vibrador hacia mi interior mientras sus dedos exploraban mi cavidad anal.
- Me encanta sentir su coño chorreando – me susurró al oído – pero hoy voy a hacerla sufrir un poquito…
Cuando mis gemidos aumentaron retiró sus dedos y el vibrador y me desató.
- De rodillas – dijo tirando de mi correa.
Puso unas pinzas en mis pezones y volvió a introducir su sexo erecto en mi boca mientras me tiraba del cabello con fuerza.
Escuchar sus gemidos me pareció súper excitante y me abandoné a darle todo el placer que pude hasta que sentí que se iba a correr y echó su esperma sobre mis pechos y empezó a dármelo en la boca poco a poco chupando sus dedos con lascivia mientras apretaba las pinzas de los pezones cada vez más.
Me clavó su mirada y me apremió a que me levantara.
Tiró de la correa y me besó fugazmente mientras sus dedos exploraban mi sexo.
Sacó la mano muy húmeda y me dio a probar de mi propio néctar.
Disfrutaba al hacerme lamer sus dedos mientras me miraba sabiendo que yo estaba muy caliente.
Me acostó en la cama boca arriba y vendó mis ojos.
Volvió a atar fuertemente mis manos y mis pies y se hizo el silencio.
Permanecí allí durante 5 angustiosos minutos en los que sólo escuchaba pasos de mi Señor alejándose.
De repente retiró las pinzas de mis pezones y comenzó a lamerlos con fruición haciendo que me sintiera tan mojada como si me hubieran echado agua entre las piernas.
- Mi Señor lo deseo – dije entre gemidos.
Al escuchar esas palabras comenzó a morder mis pezones y a dar pequeños golpecitos en la entrada de mi vagina.
Al rato empecé a sentir frío en mis pezones.
Mi Señor estaba pasando cubitos de hielo por mis pezones haciendo círculos y también pasaba su lengua caliente por ellos haciéndome enloquecer.
Su mano volvió a explorar mi sexo y, al momento empecé a sentir su lengua en mi clítoris y el frío hielo que también frotaba en mi clítoris mientras sus dedos penetraban mi vagina con fuerza.
En ese momento se dio cuenta de que estaba a punto de correrme y paró volviendo a centrar su atención en mis pechos y empecé a sentir un dolor muy fuerte en el bajo vientre.
- Aún no querida – susurró a mi oído mientras golpeaba mis pechos suavemente.
Me puso boca abajo y comenzó a darme con una pala de madera mientras pasaba un cepillo de púas por mi espalda de arriba a abajo.
Notaba las púas arañando mi espalda y sentía como un fuego la recorría en su totalidad.
Podía imaginar a mi Señor desnudo golpeando mis nalgas y arañando mi dorso con cara de lascivia mientras observaba mi cuerpo desnudo.
Esa visión me ponía más cachonda y con unas ganas locas de que me empotrara salvajemente.
- Mi Señor– logre decir- hágame suya.
- Ya eres mía ¿o no?
- ¡Sí! – grité- ¡Soy totalmente suya!
Empezó a penetrarme suavemente y luego con más fuerza mientras insertaba un plug en mi cavidad anal.
Gritaba sin control y notaba que mi sexo chorreaba cada vez más.
Mi Señor se retiró sin sacarme el plug y me dio la vuelta.
Comenzó a lamer y apretar mis pezones mientras introducía sus dedos en mi vagina y luego en mi boca.
Realmente estaba muy muy mojada y demasiado excitada.
Mi sexo palpitante anhelaba sentir el suyo bien adentro y llegar al orgasmo tan ansiado.
Estaba casi mareada porque sentía como si la sangre no me llegara al cerebro y se concentrará en mi vagina bombeando sin parar.
Dejó de tocar mi vagina y volvió a concentrarse en mis pezones que estaban durísimos y doloridos.
Deseé poder tocarme y terminar con el martirio, pero mis manos estaban fuertemente sujetas y no podía escapar de mi tormento.
Súbitamente mi Señor se puso encima de mi ofreciéndome su sexo mientras introducía el vibrador en el mío.
Yo lamía y chupaba como una posesa disfrutando de la lengua de mi Señor en mi clítoris mientras metía y sacaba el vibrador que estaba puesto a máxima potencia.
Mis gemidos cada vez eran más intensos hasta que mi Señor levantándose y sacando el vibrador me empotró con tanta fuerza que se me salieron las lágrimas.
- Quiero que grites que me deseas – susurró mi Señor
- ¡Lo deseo! – grité con todas mis fuerzas mientras movía mi pelvis con cada acometida
Volvió a lamer mis pezones y a morderlos y paró al instante.
Se levantó dejándome exhausta y dolorida y me desató.
Se sentó en el diván y me ordenó que me sentará encima de su pene erecto.
Con los ojos llorosos alcancé a decir “gracias mi Amo” y me puse a cabalgando mientras me azotaba con la fusta y lamía mis pezones de nuevo.
Mi culo estaba al rojo vivo por dentro por llevar el plug tanto tiempo y por fuera por todo lo que había ocurrido anteriormente pero el dolor no me hizo parar y lo cabalgué de manera violenta hasta que nos corrimos juntos.
No pude evitar derrumbarme y abrazarlo con fuerza mientras lloraba desconsoladamente.
Ese había sido el culmen de una tortura para mí.
No me había dejado correrme durante un largo periodo de tiempo y ahora estaba sobre Él como una muñeca de trapo y mojándolo esta vez con mis lágrimas.
Me tomó en sus brazos y me llevó a la cama.
Sacó el plug con cuidado y me tapó con una sábana mientras me daba un dulce beso.
Mis ojos se cerraron y cuando desperté mi Señor estaba tumbado a mi lado observándome.
- Te he preparado un baño – dijo tiernamente mientras me ayudaba a levantarme. – Ven.
Medio adormilada me levanté y Él me condujo al baño.
Tomándome en brazos me metió en la bañera y se metió a mi lado.
Sus manos recorrieron mi cuerpo lavando cada recoveco mientras yo me lavaba el cabello con los ojos cerrados.
Luego hice lo propio con él masajeando su cuerpo a medida que lo iba lavando.
Como estábamos muy cansados para cocinar o incluso para salir a cenar mi Señor pidió comida a domicilio y cenamos juntos en el salón.
Esa noche dormí como un bebé…
¿Por qué será?
Srta. Bambi.