ENCADENADA A CIEGAS.

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ENCADENADA A CIEGAS.

Ya había transcurrido un mes desde mi última sesión BDSM, mientras eso la vida pasa entera en el trabajo a veces tanta calma me agobia, me hostiga el BDSM es mi escape de esa sensación de estar enjaulada con la absurda contraparte de que salgo de una jaula para entrar en otra, pero en esta otra me siento liberada, satisfecha y feliz.

El día laboral parecía no tener fin, mientras que mi mente divagaba con la necesidad de la verga de mi Amo. No podía concentrarme, deseaba ser usada y deseaba deshacerme de todo lo que me estorbaba para conseguirlo, desde la ropa hasta mi trabajo, si era necesario. Mi Amo esperaba a que terminará con mis obligaciones como mortal y yo anhelaba estar de rodillas frente a él pidiendo verga. Después de haber platicado tanto de lencería de puta ya vestirme como una verdadera Puta, era una necesidad, así quería verme y sobre todo para complacer a mi Señor. Por fin mi día mortal terminó y comenzó mi paseo por el infierno, ese infierno que está hecho a mi medida el infierno en el que mi verdugo es también mi alivio, mi cura y mi remedio.

Llegar al mismo lugar donde fui sodomizada la última vez me traía muchos recuerdos gratos y placenteros, entrar en la habitación me mojó los calzones fue un día largo y cansado en el trabajo pero ahí estaba más que lista para estar a la merced de mi Señor, para complacerlo y disfrutar de esos momentos. Ver en la cama de a lado en fila y ordenados los artilugios que se usarían para mi placer y mi dolor me provocó una mezcla de miedo y a la vez emoción.

Entré al baño me quite mi plug del ano, lo había tenido dentro por dos días enteros ya lo sentía parte de mi cada vez lo disfruto más, cada vez lo siento más pequeño para el tamaño de puta en el que entra, al retirarlo suavemente sentí una sensación de alivio, me vibro la panocha y también hubo mucha excitación, sentí deseos de venirme pero no me detuve; me bañe y elegí un atuendo de puta cómodo de los varios que había sobre la cama, pues estaba exhausta: Una pequeña tanga rosa pálido, con una mariposa cuyo fin era adornar la parte alta de las nalgas y justo en la línea que va del coño al culo, venía decorada con unas perlas de plástico brillantes, cada que veo el rosa pastel en mis atuendos o juguetes de puta me recuerdan a mi niñez, me siento como una niña consentida a la que le regalan un juguete nuevo. Para la parte de arriba elegí un brassier de elástico color negro que no cubría nada y así con los pezones por fuera y paraditos me puse encima un vestido corto floreado pegado al cuerpo, me maquile un poco, me hice una media cola con el cabello y para mi fortuna salimos de la habitación a tomar un poco de aire, hubo un momento de relajamiento absoluto, de plática, de música y unos tragos. Todo lo que necesitaba sin decir una palabra estaba ahí. Me comían las ansías de regresar a la habitación y ser usada.

La velada al aire libre acabó, y regresar a la habitación fue riquísimo, subir la escaleras mientras tenía descubiertas las nalgas completamente dejando ver mi tanguita de puta y sintiendo las nalgadas de mi Señor, quien con su atuendo color blanco prolijo y mirada inocente me recordaba al depredador, que expide un delicioso aroma para atraer a su presa, sus ojos dilatados siempre son un deleite para mi, entrando a la habitación sentí el primer vaivén de sentimientos, mi Amo jaló con fuerza la tanga de perlas y todas ellas recorrieron mi coño resbalando con gracia por el ya lubricado camino desde ahí hasta mi ano. Lo adoré, de rodillas mientras por dentro de mi cuerpo la excitación me recorría las entrañas y cada rincón de piel.

Estar en cuatro encadenada de manos y piernas, con poco movimiento recibiendo los azotes de mi Señor eran una explosión de adrenalina, uno por uno sentía no poder aguantar el siguiente el ardor en el culo me hacía gemir y mi coño se mojaba cada vez más, perdía el conocimiento entre varazo y varazo. Traer los ojos vendados me elevaba la adrenalina, me corría un miedo a la vez la mezcla de objetos de castigo y de alivio. Una nueva experiencia fue la inclusión de la mordaza, está impedía que pudiera gritar y me hacía sentir una extraña emoción de terror que alimentaba la adrenalina de la que provenía el calor de mis entrañas, que me mojaba el coño. Los cuidados de mi Señor me reconfortaba, saberse protegida por el dueño del infierno es una sensación de gloria.

Todo mejoró cuando sentí su verga dentro de mí panocha mojada y caliente y luego me folló por el culo y el plug había hecho su trabajo lo había dejado preparado, fue una sensación deliciosa correrme mientras tenía el culo ocupado. Sus dientes mordiéndome las nalgas, las caderas, dejándome marcas en el cuerpo eran destellos de placer-dolor y mis venidas prolongadas me desconectaban del planeta, y los cuidados de mi Señor me volvían a conectar a él. Era una mezcla perfecta del todo. Sus dedos dentro de mi entraban con fuerza, la adrenalina la fricción de ellos al entrar y salir rápidamente me hacían temblar las piernas y estallé en un vaivén de emociones me corrí en squirt con sus dedos dentro y luego me dio a probar mi propio sabor es delicioso probarme así sé a lo que saben las perras.

El atuendo del día siguiente fue mucho más atrevido, unas medias de red negras con piedritas brillantes adornaban mis piernas, que de por si son bastante grandes, una tanga, y un body demasiado pequeño para mis tetas me hacían ver lo suficiente puta, pero la perrita no iba a estar feliz sin su collar. Vestirme de puta es para mí algo que me hace sentir bien, me da el material visual que necesito, me sube el autoestima me eleva el deseo siempre me han gustado las fiestas de disfraces y personificar y en este atuendo es inevitable querer ser la mejor puta, llenar de orgullo a la puta que me ve desde el otro lado del espejo.

Ya tenía el atuendo de perrita en celo y mientras me encadenaban el cuerpo en posición de puta mi corazón se agitaba sentía mucha emoción, se podría decir que hasta felicidad, como si con esa cadena me fueran a llevar a pasear por el infierno con las piernas abiertas y las manos cerca del cuello y nuevamente sin movimiento sentía que cada minuto era más largo, la espera parecía interminable, y había momentos que me urgía que la espera acabará y saber que pasaría después, los ojos vendados me llenaban de ansiedad, de pánico estar a merced era una mezcla de ganas de ser follada pero a la vez de que todo terminé. Los momentos de espera en la oscuridad eran deliciosos sentir el olor del cigarro a lo lejos, mientras yo escurría y preguntarme si él estará complacido de mirar desde lejos me llenaba de placer.

Mientras un vibrador grande y pesado me agitaba el clítoris yo suplicaba venirme y no tener el permiso de mi Amo me quemaba por dentro, pero deseaba obedecer, complacer y prolongarlo hasta el fin. En su regreso mi corrida me dejó totalmente high, sentí que iba alucinar como si del efecto de una droga se tratará. Tener los ojos vendados me llevó al límite, y un orgasmo y una cachetada en la cara fueron el pase directo a la liberación, lloraba mientras me venía, me venía mientras lloraba una mezcla de sentimientos.

Parecía que todo había acabado, pero mientras nos relajamos en la piscina del hotel el constante toqueteo su pie en mi coño masturbándome me tenía al mil, las miradas de los curiosos podía sentirlas casi llenas de morbo me mantenían húmeda. En la habitación volver a mamas verga, y volver a ser marcada me recordaba cada vez quién es mi Señor, me hace sentir pertenencia a él, complicidad, y cómo se alimenta el vínculo.

No sé hasta donde llegué en este estilo de vida del BDSM, pero sé que cada momento vivido en él nunca se borrará de mi mente. Ignoro mis límites verdaderos solo sé que me dejó guiar por mi Señor, mientras él me da el tour por su infierno, yo gozó de un placer que no tiene comparación con otro. El pasar de los días, llevar las marcas de mi Amo en el cuerpo y sentir las punzadas de dolor me recuerdan cada momento y lo revivo mientras mi coño súplica por más…

Xana de Triskel.

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