MARTA, LA CASADA NECESITADA

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RELATOS ERÓTICOS AMO DIABLILLO

En esta ocasión os hablaré de Marta, una morena de ojos marrones con una carita de ángel y un cuerpo de diablesa hecho para hacer disfrutar a los hombres, con unas curvas perfectas y maravillosas donde agarrar.

Con Marta tuve un sexo corto pero intenso. Una mujer casada que necesitaba de unas palabras cariñosas, unas caricias, unas tiernas palabras.

Un día la conocí y me llamo la atención su tierna cara y a la vez su timidez y su dulzura. Su debilidad y su fortaleza al mismo tiempo. Por circunstancias de la vida y el trabajo pasábamos varias horas juntos al día e inevitablemente paso lo que tuvo el mundo se imagina. Un día en una comida de amigos nos fuimos a echar la siesta y ambos atraídos por un placer que deseábamos nos acostamos en la misma cama. Fue un ligero toqueteo pero fue el inicio de una amistad mucha más intensa que con otras mujeres.

A partir de ese día necesitaba conocerla más y necesitaba sentir ese tierno cuerpo. Nosotros fuimos teniendo cada día una mayor complicidad escondida a ojos del resto del mundo. Nadie supo jamás lo que sucedía a tan solo unos metros de donde estaban ellos.

Nuestra amistad fue creciendo poco a poco, inducida sin duda, por la necesidad de Marta de sentirse querida y amada. Por situaciones de la vida nos vimos arrastrados a pasar horas juntos, lo cual hizo que nuestros sentimientos se agrandasen y llegara un momento en el que no pudiésemos controlarlos.

Ese día llego como cabía esperar. Un día en mi casa, nos volvimos a echar la siesta, pero en esta ocasión y dada mi asiduidad, no lo hicimos en el sofá sino en la cama. Ocurrió un final de verano en una provincia del Sur de España, lo cual podéis imaginar las altas temperaturas que se generan, y obviamente nos acostamos ligeros de ropa. Yo recordaba que estaba casada pero no pude reprimir mis sentimientos y la abrace tiernamente, juntando nuestros cuerpos mientras la abrazaba por la cintura. Mi mano recorría cada milímetro de su piel suave y tersa haciendo que sintiese una excitación ya olvidada. Marta no decía nada pero tampoco me retiró la mano, dejaba que la acariciase con las yemas de mis dedos con mucha suavidad. Mi pene iba tomando una forma dura y tiesa. Ella echó su cuerpo hacia atrás para pegarse aún más a mí y sentir mi virilidad. Mi mano fue ascendiendo por su cuerpo lentamente hacia su pecho, Marta suspiraba a cada milímetro que desplazaba mi mano. No llegue a tocar su pecho pero el simple acercamiento hizo que ella soltase un pequeño gemido, señal de que lo estaba disfrutando.

La separe el pelo del cuello y me acerqué a besarla con mucha suavidad en el cuello. Mis labios se posaron en su cuello y lo recorrieron con mucha suavidad. Ella en ese preciso momento tuvo un poco más de lucidez que yo:

Marta: Mmm, no, por favor. Sabes que estoy casada. Esto no está bien.
Yo: Lo estamos deseando los dos, cielo. Sabes que esto iba a terminar pasando.
Marta: Pero estoy casada y no debería hacer esto.
Yo: Me gustas, no solo por tu cuerpo sino por tu forma de ser, tu simpatía, tu dulzura.
Marta: Pero yo no le gusto a nadie, estoy gorda y soy fea. Soy del montón.
Yo: Pero no te das cuenta que yo me fijo más en tu dulzura, en tu ternura, en tu simpatía. Y aunque no lo quieras creer tienes una carita de ángel que me encanta.
Marta: No lo entiendo, de verdad que no lo entiendo. Si tú puedes tener a cualquier mujer porque te has fijado en mí.
Yo: Por el mismo motivo que puedo elegir a cualquiera, en ocasiones es la mujer la que me escoge a mí.

Seguíamos abrazados y bien pegados mientras manteníamos esa conversación, sin movernos pero sintiendo cada uno el cuerpo del otro. Ese día no pasó nada más, solo nos quedamos dormidos en esa postura.

Al día siguiente volvimos a estar en mi casa a solas debido al compromiso que nos unía. Al mediodía volvimos a echarnos la siesta, esta vez ella venía con un conjunto de ropa interior tremendamente sexy, una braguita y sujetador a juego de un color negro con transparencias.

Esta vez quise mantener la distancia y no me acerque a ella en un principio. Ella se acercó a mí poniendo espalda contra espalda. Notaba su piel y sentía como cada poro de su piel exhumaba  sensualidad, erotismo y excitación. Al cabo de un rato se giró y fue ella la que me abrazó a mí. Yo me quede quieto y deje que ella guiase su abrazo y se apretase contra mi cuerpo. Note todo su cuerpo bien pegado a mí, sus piernas acariciando las mías, su pecho clavado en la espalda, su aliento en mi nuca. En ese momento me hubiese girado y la hubiese hecho el amor como nunca se lo han hecho, pero me contuve para ver como transcurría todo. Ella solo se abrazó a mí. Al cabo de unos minutos empezó a acariciarme despacio, como una sutil caricia, una dulce caricia por mi torso con la yema de los dedos al principio y luego con toda la palma. Mi pene volvía a estar erecto y con ganas de salir del bóxer. Solo con ella dormía vestido, normalmente duermo desnudo. Me dormí con la mayor tranquilidad del mundo entre sus brazos. Cuando desperté y me giré vi a un ángel en mi cama. No me contuve y la besé en los labios con suavidad mientras ella dormía. Ella en sueños abrió los labios un poco y se convirtió en un beso tierno y suave. Disfruté muchísimo de ese beso hasta que su consciencia la empezó a despertar, entonces me retiré y simplemente la observaba. Ella me miro y sonrió, señal de que le gusto ese beso. Me abrazó con fuerza y nos quedamos quietos sintiendo el cuerpo el uno del otro.

Nuevamente se quedó en ese simple gesto y volvimos a  nuestras vidas rutinarias, ella de casada y yo de soltero, ambos nos dimos cuenta que si seguíamos así íbamos a acabar haciendo lo los dos deseábamos.

Un nuevo amanecer y con el un nuevo día que deparaba sorpresas gratas para los dos. Los dos quedábamos para dar una vuelta pero ese día decidimos quedarnos nuevamente en la cama. Ella sabía que yo duermo desnudo y ese día no iba a ser menos, así que decidí desnudarme delante de ella. Era la primera vez que lo hacía, ella se tumbó a mi lado y me dio la espalda, se acercó a mí y me pidió que la abrazase. Me giré y la abracé por la espalda, pero ella cogió mi mano y se acarició el cuerpo. Yo me arrime a ella haciendo que notase bien todo mi cuerpo. Ella llevo mi mano hasta su pecho y la dejo ahí mientras retiro la suya y me acercó lo máximo posible a ella. Tenía el pene en su máxima expresión, completamente erecto y pegado a su culo. Empezó a mover su culo restregándose contra mi pene y haciendo que mi excitación creciese como nunca lo había estado. Una mujer casada en mi cama haciendo que mi excitación creciese por segundos y que los sentimientos de los dos también aumentasen al mismo tiempo.

Yo la desabroche el sujetador y ella se lo quito con una sonrisa cómplice mientras me miraba a los ojos. Yo acaricie su pecho desnudo notando como tenía los pezones duros y el pecho caliente. Ella no dejaba de excitarme moviendo su culo contra mi pene. La giré y la puse boca arriba, una vez que estaba en esa posición quise desnudarla. Ella en un principio no quería así que mi mano se apoderó de su coñito, haciendo que ella gimiese de placer. Mis dedos recorrieron toda su rajita de arriba abajo haciendo que su braguita se mojase. Cuando estaba más excitada la arrebaté las bragas y la dejé desnuda completamente. Seguí acariciándola haciendo que su clítoris se hinchase cada vez más y su coñito se mojase. Ella me empezó a masturbar al mismo tiempo que su excitación crecía. Subía y bajaba mi mano por mi pene notando la dureza y consiguiendo que saliese un poco de líquido preseminal que ella repartió por mi pene. Mi mano estaba haciendo estragos en su coñito y empezaba a estar muy húmeda. Yo no pude evitarlo y apartando su mano de mi pene me metí entre sus piernas. Marta intuía lo que iba a suceder a continuación y se preparó para disfrutar como nunca lo había hecho. Primero me dedique a besarla con suavidad por sus ingles recorriéndolas por completo sin llegar a besar su coñito. Ella lo estaba deseando, pero yo me estaba haciendo de rogar, haciendo que su excitación aún creciese más.

Marta: Por favor… No pares.
Yo: Schhhh Disfruta Marta. Tu solo déjate hacer y disfruta.
Marta: Sigue por favor.

Mis labios se fueron acercando cada vez más a su coñito pero no llegue a tocarlo. Cuando más lo deseaba Marta me incorporé y me incliné sobre ella haciendo que mis labios tocasen los suyos y nos fundiésemos en un beso. Nuestras bocas se abrieron y nuestros cuerpos se abandonaron a la pasión. Nuestros cuerpos se rozaban y me pene se posó sobre su pubis rozando con suavidad todo su coñito. Notaba como se mojaba y a cada segundo mi pene se deslizaba con mayor facilidad entre sus labios, haciendo que en cada movimiento su clítoris se viese acariciado por mí pene. Sus gemidos se acrecentaban con cada movimiento. Ella me rodeó con sus piernas para conseguir un mayor roce entre nuestros sexos. El roce cada vez era mayor y yo aproveche para lamer sus pezones y su pecho. Los succionaba haciendo que creciesen entre mis labios y se pusiesen duros.

Marta: Métela toda… quiero sentirte dentro de mí por completo.
Yo: Prepárate porque vas a disfrutar como nunca lo has hecho.
Marta: Siii, hazme tuya…

Mi pene se deslizo poco a poco entre sus labios hasta llegar a lo más profundo de su vagina, llegando a su útero. Su cuerpo de estremeció al sentirme tan profundamente dentro de ella. Empezamos a movernos despacio, haciendo el amor con mucha suavidad pero con intensidad. Marta estaba completamente excitada, más de lo que había estado los días anterior. Su vagina era un lago de jugos calentitos, lo cual favorecía la penetración más profunda. Cada segundo que pasaba nuestros cuerpos aumentaban su calor y su excitación, haciendo que yo aumentase  el ritmo y la penetrase con una mayor rapidez. Se la sacaba casi del todo y volvía a introducirla de un golpe hasta lo más profundo de su útero, haciendo que su espalda se arquease del placer que la daba.

Marta: Siii, no pares por favor. Nunca había gozado tanto, sigueee.
Yo: Quiero que disfrutes como jamás lo has hecho.
Marta: Siii, sigueeeee

Las penetraciones eran profundas y cuando más adentro la tenía todavía la empujaba más haciendo que Marta soltase un gran gemido. Nuestros besos dejaron de ser suaves para ser más apasionados y excitantes. Nuestras manos no dejaban de acariciar el cuerpo del otro y nuestros sexos ya estaban en un frenesí imparable, así que nos abandonamos a la lujuria y disfrutamos de nuestros cuerpos. Yo aceleré el ritmo y hacia que mis caderas empujasen en cada embestida, quería sacarla el orgasmo más fuerte de su vida. Noté como ella empezó a arañar mi espalda y a tensar su cuerpo, señal de que estaba en el principio de su orgasmo, así que bajé el ritmo un poco y solo la introducía la cabeza del pene. Ella protestó un poco, pero unos minutos más tarde volví a acelerar el ritmo y a llevarla al éxtasis de nuevo. Cuando note que su cuerpo estaba a punto del orgasmo, aceleré el ritmo para llegar al orgasmo junto a ella. Ella notó como mi cuerpo se tensaba a la par que al suyo hasta que los dos acabamos juntos en un maravilloso orgasmo. Sus gemidos fueron los más intensos y más placentero consiguiendo que mi excitación durase unos segundos más, mientras mi semen se recogía en el interior de su vagina. Nos quedamos completamente exhaustos, abrazados y disfrutando de unos momentos de ternura que nos parecieron días. Una vez pasados esos momentos la realidad volvió a nuestras mentes… Ella volvió a pensar en su marido y se rompió la magia del momento. Se fue de mi casa y no volvimos a quedar para ir a pasear. Nos alejamos el uno del otro, pero en mi mente siempre recordaré esas escapadas matutinas a mi cama.

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